Hay en el aire, Laura, un cierto regocijo de la primavera.
El esplendor de las flores, el colorido de los
jardines, la luz penetrante de la mañana, el
verde intenso de las hojas, parecen invitar al paseo y a
la contemplación, como si el ser humano se atestara de
vida, se colmara de nuevos bríos en ese renacer unánime
de los brotes nuevos.
Y en esa coincidencia luminosa del buen tiempo, de las
fl ores y de los olores de primavera, el poeta, el escritor, el
artista, el músico, el lector, parecen sentirse empujados
a caminar, como si de recrearse se tratara en la estación
del año más cantada por los poetas.
Un libro es, entonces, el mejor pretexto para recalar en
los parques, en los bulevares, en las plazas, en las arboledas,
para sentarse a leer convencidos de que el tiempo no
existe fuera del relato que el libro nos va a proporcionar.
La primavera a nuestro alrededor, acomodados en un
banco cualquiera, de cualquier parque de no importa qué
ciudad, se confabula con el lector, como si quisiera
otorgarle todos los placeres que la naturaleza oculta: el
agua fluyente, el canto de los pájaros, el olor del azahar.
Los libros, Laura, como las flores, son de la primavera;
tiempo de nuevas energías, de flamantes hojas, de historias
inéditas. Luego vendrán el verano, el otoño, el invierno, y
cada cual traerá otros relatos, de calor, de hojas caídas,
de nieve y frío, pero, en todo caso, la primavera nos
dejará la vitalidad que solo insuflan los tiempos nuevos. Y la
mejor literatura de los románticos y de los poetas.
En la novela, en la poesía, en el teatro, en el cine, la
primavera ha nutrido a los escritores de un tiempo creativo
singular. Y sin menoscabo de las otras tres estaciones del
año, esta época de los nuevos tallos y las flores tiene su
particular influencia en el ánimo y en el talento de quienes
buscan en las musas su inspiración. Por eso, Laura, este blog que tú has imaginado luminoso y de caracteres múltiples,
nos ha llegado con la estación en que todo brota en
la naturaleza. Y tu convocatoria, como la llamada del almuédano
de los musulmanes, concita la complicidad de los
personajes y de sus autores, y aviva nuestra imaginación.
Ahora, sentado en cualquier banco de un parque de
no importa que ciudad, leeré una historia en la que
habrá libros y flores de limoneros. Y estarás tú, Laura. Y
estará volando la imaginación. Esa historia la podrás colgar,
a tu capricho, en tu blog.