Hay un equilibrio en los ocres y en la luz. Hay, Arabesco, un silencio
entre las páginas de ese libro ilustrado que forma parte consustancial
del escritorio, de los estantes y de los demás libros que se
ven debidamente desordenados. Y hay, Arabesco, armonía en los
tonos, en la geometría y en los espacios. El mundo del libro ha sido
abarcado, se diría, en esa fotografía que ha captado tu cámara. Y
en ese universo se resume, acaso, toda la memoria y la palabra de
que somos capaces los humanos.